El auto que salvó a una planta de desaparecer

STERLING HEIGHTS, Michigan.- Cruzar las puertas de estas instalaciones es como llegar a un laboratorio de alta tecnología, miles de brazos robóticos trabajando sobre la lámina, chispas, montacargas, olor a soldadura, pisos perfectamente limpios.

Esto es Sterling Heights, la fábrica más moderna del Grupo FIAT Chrysler Automobiles, un lugar que recibió más de mil millones de dólares para su remodelación. Pero todo este glamour está muy lejos del trágico momento que vivió hace poco más de un lustro, cuando estaba condenada a cerrar sus operaciones.

La planta de Sterling Heights en 1980 fue adquirida por Volkswagen para construir automóviles y tres años más tarde pasó a manos del Grupo Chrysler, que en 1984 comenzó a hacer sus modelos LeBaron y Dodge Lancer, sobre la plataforma K.

Para el año 2000 el Sebring, conocido en México como Cirrus, llegó a esta factoría y ahí comenzó la historia de lo que hoy conocemos como el 200. La crisis de 2009 sentenció a esta instalación a la muerte, pero tras meses de análisis, protestas de los trabajadores y negociaciones con el sindicato de trabajadores de la United Automobile Workers (UAW), la firma decidió mantener viva esta planta e invertir mil millones de dólares para producir la segunda generación del Chrysler 200.

Así, llegamos a este momento, en el que nos piden que antes de entrar nos coloquemos unos protectores en los zapatos para no ensuciar las instalaciones de la zona de calidad. Ahí, se miden las holguras de todo el vehículo, es decir, los espacios que existen entre las portezuelas o las tapas del cofre y la cajuela y la carrocería, además de otros acabados del auto.

Ahora sí, es momento de entrar a las tripas de este centro de alta tecnología, donde parece que la presencia humana es mínima, ya que prácticamente todo el armado de la carrocería se realiza de forma automatizada, lo que garantiza el mismo acabado en todos los vehículos y reduce el riesgo de que un trabajador sufra un accidente.

A través de medidores láser revisan que los trabajos de cada estación cumplan la calidad exigida para un vehículo que busca cambiar la historia de la marca, tal como lo hizo en su época la plataforma K o la minivan Town&Country, además de devolver el algo de lujo y sofisticación que la firma presumía en antaño.

Una vez que toda la carrocería es armada se envía a la nueva nave de pintura, la primera que construye Chrysler en más de 13 años, ahí se aplica la capa E, una sustancia que permite que la pintura de adhiera al vehículo, posteriormente se coloca el antioxidante, para pasar a la impregnación de polvo, aplicada por ocho brazos robóticos, dejando la superficie lista para recibir las capas de pinturas y finalmente la capa protectora transparente.

Después de este proceso, el 200 está listo para llegar a la línea de terminado y salir a las calles del mundo a presumir la calidad de la manufactura de Detroit.