Admira el salvaje Dodge Challenger Hellcat

POR: Cristian Moreno el Vie, 20 de Marzo de 2015, 05:56 pm

Brutal y preciso, así es el alumno más adelantado de Dodge: el muscle car más poderoso en la historia de la industria automotriz, que por menos de un millón de pesos, atenta en contra de lo establecido. Foto: Juan Herrera

Amo los autos y me apasiona la movilidad. Coordinador del concepto Atracción en sus distintas plataformas. Editor del periódico Excélsior y conductor en Excélsior Televisión. Consultor, conferencista y colaborador del programa de radio Autos en Imagen. Ciudadano del mundo, hecho en Cuernavaca.

El nuevo Challenger Hellcat es el amigo con el que tu madre nunca te hubiera dejado juntarte, y con justa razón. El poder de este auto no tiene precedente ni dentro ni fuera de Dodge, toda vez que el capricho de los ingenieros de Chrysler los llevó a donde nunca antes habían llegado: 707 caballos de fuerza, cortesía de un V8 de 6.2 litros.

La escandalosa cifra de su potencia es sólo parte de la ecuación. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando los autos americanos eran músculos incontrolables, ahora la sofisticación de la tecnología le ha permitido a Dodge crear una máquina perfecta y precisa; capaz de ofrecer poder absoluto.

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Foto: Juan Herrera

Para tortura de los europeos este felino americano es capaz de rugir más que ellos, correr más que ellos e incluso ser más divertido que ellos.

El fin de la guerra

La añeja disputa que tenían las marcas americanas por producir el muscle car más potente, que data de la década de los sesenta y que el Mustang Shelby GT500 revivió en 2010 con 550 caballos de fuerza en su motor, se acabó.

El Hellcat dio un golpe sobre la mesa y como Felix Baumgartner, desde la estratosfera atenta en contra de superdeportivos más populares del segmento.

Su electrónica le permite regular prácticamente todas las variables de la puesta a punto: suspensión, dirección e incluso la potencia, para mejorar los consumos de combustible.

Si el color de la carrocería, algunos de ellos traídos de la década de los sesenta, no lo delata, la forma más sencilla para identificar a esta bestia es buscando algunos detalles y pistas que delaten las capacidades de este superdotado.

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Foto: Juan Herrera

Uno muy peculiar es el conducto que dejó en su lugar uno de los faros para incrementar el flujo de aire, necesario para ventilar el poderoso motor supercargado.

Obviamente, la forma más sencilla es ubicando el emblema del felino, montado en el costado del lado del conductor, pero ése podría estar sujeto a una infame copia, así que hay que poner un poco más de atención al inconfundible rugido del motor.

Afortunado aquel que se pueda abrochar este cinturón, pues si algo hay que alabarle a los ingenieros de SRT, es la dosis de diversión que esta máquina les proporciona a quienes se atrevan a subirse a ella. Tener uno de éstos en tu garage es como acceder a un pase vitalicio del mejor parque de diversiones de la región.

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Foto: Juan Herrera

Apenas nos pusimos a los mandos de este bólido percibimos que los drásticos cambios en la mecánica llegan acompañados de nuevos y mejores materiales y una calidad superior en los ensambles. La costura de los asientos y el volante nos hacen sentir en un auto premium, sin que se pierda el toque del musculoso deportivo.

El diseño de los asientos es toda una hazaña, pues ofrece una especie de combinación entre un cómodo reposet y un ligero Recaro, propio de un auto de carreras, siendo muy efectivo en la sujeción y, al mismo tiempo, generoso con los ocupantes, cuando de largos viajes se trata.

Con decisión pisamos el acelerador. El temor de perder la parte posterior del auto, por exceso de torque, alertó nuestros sentidos y mantuvo las manos listas para reaccionar.

Conforme más hundíamos el pie en el pedal el auto más empujaba sin perder la compostura, aprovechando que la avenida estaba desierta, cortesía de una manifestación, que había cerrado todo alrededor.

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Foto: Juan Herrera

Por si se necesitaba más adrenalina, estábamos rodeados de unos cuantos oficiales de tránsito, afortunadamente todos a pie, quienes boquiabiertos no tuvieron ni tiempo de reaccionar cuando comenzaron a rechinar las llantas.

Las 650 libras pie de torque que nos acompañaban en la experiencia nos sacaron bien librados de la travesura. De inmediato comenzaron a darnos vuelta en la cabeza toda clase de ideas: un quemón de llanta, un trompo, un derrape, pero no, estábamos a punto de llegar al Ángel y no era hora de hacer nada de eso; pero con las manos calientes y el corazón acelerado nos dimos cuenta que este juguete está listo para cumplirnos cualquier capricho.

Poco nos importaron en ese momento todos los sistemas de infoentretenimiento, los controles de audio en el volante y las amenidades, sólo queríamos saber qué más había por descubrir en su lado más oscuro.

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Foto: Juan Herrera

Un medidor de fuerzas G y la desconexión del control de estabilidad abonaron a la fiesta que ya traíamos.

Los frenos Brembo, las llantas Pirelli de 20 pulgadas, hechas en México, especialmente desarrolladas para esta fiera y la transmisión automática de ocho velocidades con cambios detrás del volante, no se pueden pasar por alto, pero como el resto de los accesorios son sólo parte de una de las hazañas más célebres en la historia de la industria automotriz.

Vender la casa o empeñar las joyas de la familia, sólo para conseguir 999 mil 900 pesos no suena tan descabellado cuando se está a bordo de un deportivo que por menos de un millón de pesos le falta al respeto a los bólidos más engreídos del mundo.